LAS «HURIS», MÍTICAS ESCORTS CELESTIALES

El Corán, texto sagrado de los musulmanes, habla de una especie de «escorts del más allá». Son las «Hurís», maravillosas criaturas celestiales que tenían forma de bellísimas jóvenes eternamente vírgenes.

Son seres que tienen el don de la eterna juventud, dotadas de todos los encantos imaginables, y simbolizan la gloria. Y también están los «ghilman», hermosos efebos del paraíso dedicados a satisfacer en el más allá a las mujeres de fe.

Dice el Corán que hay huríes verdes, blancas, rojas y amarillas. Sus cuerpos son de azafrán, incienso, almizcle y ámbar. Emanan fragancias embriagadoras, y llevan letreros de oro con frases amorosas. A cada elegido, cuenta el libro sagrado, se le presenta un ángel con una pera o una naranja sobre una bandeja de plata. El bienaventurado musulmán difunto abre el fruto y de allí sale la hurí que le fue destinada por Alá. Gozando de ella permanecerá mil años, sin que la hurí pierda nunca su virginidad.​

¿Dulces querubines o escorts del más allá? Algo así…

Es bien curiosa esta idea de la trascendencia paradisíaca del Islam, al menos si la comparamos con la bienaventuranza que nuestras religiones judeo-cristianas auguran a los justos. En estas, no hay referencia alguna a placeres sensuales, en sentido amplio, y mucho menos a los estrictamente sexuales. Seríamos puro espíritu, mientras que según el Islam podríamos gozar con todos los sentidos, lo que indica que algo corpóreo tendríamos.

“Si las huríes del paraíso apareciesen ante los ojos de los hombres, inundarían de luz el espacio entre el cielo y la tierra, llenándolo todo de su perfume”. Dice Al Bujari, historiador islamita.

Entonces, para el Islam, el paraíso se concibe como una morada definitiva de las almas de los fieles, un lugar de placer y remanso de una paz eterna para los piadosos como premio por sus buenas obras en la tierra. El Corán lo llama «Djanna».

Infinito jardín de placeres

Se presenta como una inagotable provisión de todos los placeres con los que se puede soñar, y promesa de felicidad inagotable para el buen musulmán. Habitará por siempre este lugar bendecido por una abundancia infinita. En ese «edén» tan maravilloso están estas escorts del más allá que son las huríes.
Estaría surcado por ríos de aguas cristalinas, flores aromáticas, e infinidad de árboles rebosantes de exquisitas frutas que se inclinan hasta el suelo, para delicia de los bienaventurados.

Esto significa, evidentemente, que han idealizado todo lo opuesto a lo que tenían en los crueles desiertos, cuna de esta civilización, donde vivieron quienes redactaron el libro sagrado. Habituados por generaciones a durísimas privaciones, a veces de lo más elemental, y con una moral sexual muy estricta, este «Djanna» parece una concreción de sueños insatisfechos.

Citas del Corán describen el carácter sensual de las huríes: «Ciertamente, para los justos habrá un cumplimiento de los deseos del corazón; jardines encerrados y vides y mujeres voluptuosas de la misma edad» (Corán, 78: 31-33). Hay muchas menciones estado virginal o sus grandes y bellos ojos. El Corán no especifica el número de doncellas que recibirá cada varón justo, contrariamente a las numerosas interpretaciones que afirman que serían 72 de estas «escorts del más allá» las que tendría a disposición cada varón justo.

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